Laura e Isa eran inseparables,
su parecido era innegable,
y sus gestos, similares.
Las dos eran hermanas,
las mismas cosas anhelaban,
gemelas eras sus almas…
Compartían sentimientos,
hablaban de los sueños,
de esta vida y sus misterios.
Su tiempo juntas era valioso,
deseaban contárselo todo,
cada segundo era de oro.
Un día, Laura a Francia marchó
y un buen trabajo allí encontró.
A Isa un vuelco le dio el corazón…
«Laura, ¡cuánto te echaré de menos!
Me entristece tenerte lejos,
pero me alegra que cumplas tus sueños».
«Hermanita, la distancia no nos va separar,
tal vez nos una todavía más.
De ti nunca me voy a olvidar».
Se abrazaron tan fuerte como podían,
con una mezcla de tristeza y alegría.
Isa, entre lágrimas, decía:
«Desde aquí te mandaré besos invisibles,
llenos de un amor y cariño increíbles.
Volarán hasta ti como pájaros libres».
«Te enviaré miles yo a ti también,
no hay frontera que los pueda retener.
A tu lado siempre me vas a tener».