Esta es la deliciosa historia de un oso que adoraba todos los dulces del mundo: los bollos, los pasteles, los flanes, los bombones, los refrescos, las golosinas... Bueno, quien dice dulce, dice también salado: las patatas fritas, las galletas saladitas, las pizzas, las hamburguesas, las salchichas, las palomitas… Pero sobre todo, sobre todo, ¡lo que más le gustaba eran las chuches! Esas tan coloridas y de formas tan divertidas. Esas tan ricas con azúcar por encima… ¡Los ojos se le hacían chiribitas! «¡Mmmhh!», exclamaba nada más verlas. Por eso, todos lo conocían en su barrio como Oso goloso. Y así le llamaban incluso sus papás… «Oso goloso, ¡vuelve aquí!», «Oso goloso, ¡ve para allá!, le decían estos para poderlo controlar. Y es que nuestro joven osito era algo travieso y rebelde, no obedecía a sus papás ni aunque le gritaran bien fuerte. Sin embargo, cuando llegaba la hora de desayunar, comer o cenar nuestro oso siempre estaba dispuesto sin que nadie lo llamara. «Mamáaa, papáaa, ¡venga, que tengo hambre ya!», decía siendo el primero en llegar.
Pues bien, como podréis imaginar, a Oso goloso le sobraban unos cuantos kilos… Él lo sabía, claro, estaba harto de oírselo decir al dietista, al nutricionista, al dentista… Y a todos esos médicos que acaban en “ista” a los que detestaba ir a visitar. Continuamente le decían lo mismo: “que si más ejercicio y menos sofá”, “que si más verdura y menos chucherías…” « ¡Menudo rollo!», pensaba él. «Con lo que a mí me gusta comer…». Sus papás ya no sabían qué hacer, ¡era imposible poderlo convencer! La dieta más larga que hizo ni un día duró… De nuevo, nuestro oso, con la suya se salió: « ¡Puagh! No me comeré esa cosa verde». « ¡Puagh!, ¿acaso creéis que soy una liebre?».
Una tarde, después del cole, se sentó en el sillón a ver sus dibujos preferidos: Súper Oso valeroso. « ¡Oh, yo quiero ser como él! Tan valiente, tan fuerte y veloz…», pensaba cuando aparecía su fornida imagen en la tele. Minutos después de empezar la serie, unos famosos anuncios se apoderaron de su atención. Unos bizcochitos redondos con agujero en su interior y envueltos de chocolate recordaron a Oso goloso que había llegado la hora de merendar. «Mmmhh, Dosettes, ¡mis pastelitos favoritos!». Casi podía percibir su delicioso aroma a cacao a través de la pantalla… Sin pensarlo dos veces, saltó del sillón y se apresuró corriendo a la cocina.
― ¿Hay Dosettes para merendar? ―le preguntó a su mamá.
―Sí, aquí están. Pero, ¿no te apetece una fruta más?
― ¿Una fruta? ¡Eso no tiene ni chocolate ni azúcar!
De la cocina, el pequeño salió disparado como un rayo hacia el salón con su paquete de siete Dosettes y una sonrisa que asomaba todos sus dientes.
―Ay, este osito… No hay manera de que se coma lo que le digo ―murmuraba mamá sin saber cómo actuar.
Súper Oso valeroso volvía a la carga con más aventuras mientras Oso goloso saboreaba sus bizcochos. Minutos después, la publicidad volvía a interrumpir sus dibujos animados. Esta vez, se trataba de su restaurante favorito: McOsal’s. Unas suculentas y esponjosas hamburguesas de cinco pisos volvieron a apoderarse de todos sus sentidos. «Mmmhh… ¡yo quiero una de esas!». De nuevo, corrió a la cocina, donde se encontraban sus papás:
―Mamá, papá, ¡vamos a McOsal’s a cenar!
―Pero, Oso goloso, ya estuvimos la semana pasada, esta vez toca cenar en casa.
―Nooo, ¡¡por favooor!! ―les rogó y les suplicó.
―Está bien, iremos después…
― ¡¡Síii!! ¡¡Síii!!! ―gritaba Oso goloso volviendo a sonreír.
Un gran refresco de cola repleto de hielos y azúcar, una bolsa de patatas fritas saladas y aceitosas, una hamburguesa bien grande y jugosa y, de postre, un helado de barquillo y dulce nata fueron el tremendo banquete que nuestro protagonista se dio para cenar.
Pero lo que Oso goloso no se esperaba es que aquel festín en McOsal’s acabaría pasándole factura esa misma noche… De madrugada, empezó a encontrarse muy angustiado. Le dolía la panza y sentía ardor en la garganta. Sin duda, aquella cena, nada sana y ligera, le había causado un empacho colosal… Un sueño muy extraño y desagradable tuvo entonces: Se encontraba caminando solo por su ciudad cuando una oscura lluvia empezó a caer. Era dulzona y pegajosa, era… ¡refresco de cola! De pronto, notó un temblor en el suelo y miró atrás, eran hamburguesas gigantes que le perseguían diciendo “¡Ñam, ñam!”. « ¡Oh, no!», exclamaba él asustado, y echaba a correr por aquel suelo mojado en el que sus pies se quedaban pegados. Justo a su lado, unos enormes Dosettesrodaban hacia él para atraparlo en su agujero también. Sin embargo, Oso goloso se notaba tan pesado y cansado que apenas podía dar un simple paso. « ¡¡Socorro, socorro!!», gritaba pidiendo auxilio. Enseguida, Súper Oso valeroso apareció, y raudo y veloz en su ayuda acudió.
― ¡No temas, pequeño, yo te salvaré! Ya estás a salvo, agárrate bien.
Su héroe había llegado y con sus musculosos brazos lo había rescatado para llevarlo volando a un lugar más seguro y alto. Se sentaron arriba de un tejado y Oso goloso, por fin, respiró aliviado…
―Gracias, Súper Oso Valeroso, he pasado un miedo espantoso…
―No hay de qué, Oso goloso, no debes ser miedoso.
―Ojalá fuera yo como tú, fuerte, valiente y veloz como la luz.
― ¡Por supuesto que puedes serlo! Pero antes, debes mostrar atrevimiento… Es muy importante que obedezcas a los médicos y a tus papás, ellos saben cómo te debes alimentar. Si te cuidas cada día, te sentirás con energía.
―Pero la comida que a mí me gusta está más rica…
― ¡Eso es porque no has probado otra distinta!
Oso goloso lo miraba con recelo, no estaba seguro de que aquello fuera cierto…
―Vamos, ¡sé valeroso! Te diré cómo se alimenta un súper oso. Para estar así de fuertes, comemos mucha fruta, verdura y hortalizas de hoja verde. Estas nos aportan vitaminas para afrontar el día con energía. En la naturaleza encontrarás lo que el cuerpo y la mente necesitan para funcionar. Alimentarse bien es fundamental, si lo haces a diario, te sentirás fenomenal. También, masticamos lentamente para asimilar mejor todos los nutrientes. Y para correr veloces como un rayo, grasas y azúcares no tomamos, de esta forma estamos sanos y de las temidas caries nos libramos.
―A mí un día me salió un flemón, tenía una muela picada que me dolía un montón…
―Entonces, ya sabes, amigo, si al dentista prefieres no visitar, las chuches tendrás que evitar. Y, por último, para ser valiente, ¡solo tienes que atreverte! Voluntad y valor se necesitan para comer como un gran deportista.
― Así quiero ser yo, ¡un futbolista campeón! Con mis amigos corro tras el balón, pero, a menudo, me quedo sin respiración…
―Pues ahora que has aprendido la lección, solo tienes que pasar a la acción.
― ¿Y ya no podré volver a comer esas cosas? ―preguntó preocupado torciendo la boca.
―Claro que podrás, pero no debes tomarlas a diario, sino reservarlas para ocasiones especiales, como las fiestas de cumpleaños.
―Eso me gusta más, ¡me parece un consejo genial!
―Un consejo de superhéroe para que siempre te sientas ágil y fuerte.
«¡¡Riiing!!» «¡¡Riiing!!».
Empezó a sonar la alarma del despertador y Oso goloso, de golpe, se levantó. «Vaya, menudo sueño, parecía tan real…», pensó, y sus ojos cansados con las manitas se frotó. Todavía sentía molestia en la tripa y con paso fatigado se dirigió a la cocina.
―Buenos días, cariño, te hemos preparado tu desayuno favorito. Aquí tienes tus dulces tortitas con mermelada y mantequilla.
―No, mamá, hoy voy a desayunar un zumo de naranja natural.
Esta, más sorprendida que nunca, le tocó la frente, pero no estaba caliente…
―Oso goloso, ¿qué te ha pasado? De la noche a la mañana, ¡cuánto has cambiado!
―Esta noche, Súper Oso la vida me ha salvado, por unas hamburguesas gigantes casi soy devorado…
¡Mamá y papá no salían de su asombro!
― ¡Ah! Y para comer, prefiero verduras y fruta fresca, ¡es lo que mejor me sienta y lo que más me alimenta!
Ellos no se explicaban qué había ocurrido, pero contentos estaban de aquel cambio repentino.
A partir de entonces, Oso goloso empezó a crecer fuerte, sano y vigoroso.
Tras escuchar la historia de Oso Goloso, nuestro simpático amiguito Mario, de 8 años, plasmó un delicioso y saludable menú lleno de nutrientes y color: pescado a la plancha acompañado de guisantes y una ensalada de lechuga, tomate, zanahoria, pasas, y, de postre, mandarina. Mmhhh… ¡todo riquísimo!
Gracias, Mario, ¡nos encanta tu plato!