Había una vez, un caballo de carreras que se llamaba Tolón. Era de color marrón oscuro y lucía una larga crin castaña, muy suave y brillante. De todos los caballos, él era el más fuerte, el más robusto y, sobre todo, el más veloz. Su gran pasión era correr y competir para ser siempre el número uno. Era muy famoso en su ciudad, y en el país entero, pues ganaba la mayoría de carreras que disputaba, recibiendo continuamente importantes premios, trofeos y galardones. Por eso, todo el mundo lo conocía como Tolón, el caballo ganador.
Sin embargo, nuestro joven caballo no llevaba nada bien perder las carreras. Incluso, si quedaba segundo o tercero en el podio, se enfadaba mucho con él mismo, tomando las derrotas como verdaderos fracasos. Pero, también cuando ganaba, su alegría duraba poco, ya que se transformaba rápidamente en preocupación por la siguiente carrera.
Así que cuando ganaba reía y cuando perdía lloraba,
y, día tras día, su mamá se preguntaba:
¿Qué le pasa a mi caballo que no se contenta con nada?
Para consolarlo, le decían sus papás:
“Tolón, lo importante es participar,
si no ganas, no te debes preocupar”.
Pero a él esas palabras no le servían,
guardaba algo dentro que no comprendía
y que, más adelante, alguien le mostraría.
Una calurosa tarde de verano, se celebró en su ciudad una de las carreras más esperadas del año. Tolón estaba tan nervioso que ni siquiera probó bocado durante la comida. Minutos antes de la competición, sus fuerzas empezaron a flaquear, sus patas a temblar y su crin a sudar. A pesar de todo, cuando sonó el pistoletazo de salida, Tolón salió disparado como un rayo, todavía le quedaba mucha energía y deseaba ganar a toda costa. Durante largos minutos, se mantuvo primero, el público en pie lo aclamaba y le aplaudía sin cesar. Pero, poco a poco, empezó a sentirse más y más débil, más y más cansado. El caballo que iba segundo lo adelantó rápidamente, y el tercero, cuando estaban a punto de cruzar la meta, también lo hizo. De esta manera, y fuera de toda expectativa, Tolón quedó tercero en aquella importante carrera. Triste y abatido, se escondió tras un muro para llorar a solas la derrota.
El último caballo que llegó a la línea de meta, y gran admirador de Tolón, lo vio esconderse y acudió para ofrecerle su apoyo. Conocía perfectamente a nuestro protagonista, lo apreciaba de verdad, y sabía que era un caballo muy competitivo al que se le daba muy bien ganar, pero nada bien perder... Con una sonrisa de complicidad, se acercó a él:
“¿Qué es lo que te ocurre, compañero?
¿Acaso lloras por haber quedado tercero?
Solo por subir al podio, deberías estar contento”.
“Dime tú porqué estás tan alegre,
no sé tu sonrisa a qué se debe,
parece que quedar el último no te doblegue”.
“Así es, mi querido Tolón,
aunque pierda, me considero ganador.
La grandeza la tenemos en el interior”.
“Perdona que no te comprenda...
¡Ojalá tuviera yo tu fortaleza!
Que me vean fracasar me atormenta”.
“Escucha bien atento lo que te voy a decir:
Tú, ganes o pierdas, ya eres feliz.
No se lo debes demostrar a nadie más que a ti”.
Aquella última frase le llegó al corazón. Nuestro caballo logró, al fin, comprender el origen de su eterno descontento. De pronto, su lamento se convirtió en agradecimiento y su derrota se transformó en victoria. Subió al podio orgulloso de su tercer puesto, con la cabeza alta y una sonrisa de oreja a oreja que mostraba por completo su hermosa dentadura.
Su compañero le enseñó una valiosa lección,
que le hizo sentirse un verdadero campeón:
Siempre debía considerarse ganador,
demostrarlo no requería ninguna competición.
No había de buscar fuera lo que estaba en su interior.
Aprendió que la grandeza está en el corazón.
Aquí tenéis algunos de los fabulosos marcapáginas que los simpáticos alumnos de un cole alicantino han personalizado con su infinita imaginación. ¿El protagonista? Tolón, el caballo ganador. Con él pudimos aprender una valiosa moraleja: “la grandeza está en el corazón”.
Al mismo tiempo, nuestro taller de cuentacuentos llegó hasta la Sede Universitaria de Benissa, donde los pequeños participantes también volcaron su creatividad inagotable en dar vida a nuestro querido caballo.
Gracias a todos por vuestros grandes corazones,
¡SOIS UNOS VERDADEROS CAMPEONES!